La ausencia de abuelos dando indicaciones, provoca retrasos en la mayoría de obras
“Eso ahí no va” o “se te va a caer todo como no le pongas más cemento”, son algunas de las frases que echan de menos los obreros de los centenares de construcciones que han retomado su actividad después de que el gobierno reactivara el sector el pasado 9 de abril.
“Antes de la crisis no teníamos que preocuparnos de nada”, protesta un obrero, ”trabajábamos tranquilos con la garantía de que cualquier pequeño error, por imperceptible que pareciera, no pasaría desapercibido por las decenas de abuelos que venían a controlar a diario la buena marcha de la construcción. Ahora no sabemos a quién recurrir. Nos miramos unos a otros interrogantes, desolados, con la mente en blanco”. “El país se va a la mierda si no vuelven pronto”, afirma otro.
Los obreros, además, sufren otro hándicap por culpa de la pandemia, la ausencia de mozas a las que piropear mina peligrosamente la moral de las cuadrillas, cosa que produce descuidos, falta de concentración y los consiguientes accidentes laborales, que se han multiplicado por tres desde el inicio de la crisis.